Era una tarde como cualquier otra, incluso agradable.
Vimos juntos una película entretenida, no tan buena; pero sirvió para pasar el rato y estar juntos.
Esta vez no quiso entrar a la casa, tenía afán, un afán que me costó caro, sin que lo supiera.
Entré, sonriente y algo cansada. Saludé con el dejo de costumbre y ella no me saludó.
Cuando me volví hacia la escalera, hacia la seguridad de mi cuarto, allí estaba ella. Impidiendo el paso y fusilandome con la mirada.
-Devuélvamelas -se limitó a decir, malgeniada y seca.
-¡Salude al menos! -espeté, empezando a sulfurarme.
-Mentirosa, ladrona -su voz destilaba ácido, ácido que me quemaba el alma, porque las mamás saben hacer eso, quemarle a uno las entrañas.
Subí a mi refugio, quería llamarlo, al borde del llanto; mi dependencia es increíble. Pero ella me seguía los pasos, entró a mi cuarto, y comenzaron a volar las blusas, chaquetas, pantalones.
Volaron los cucos y los zapatos. Desocupó las carteras, la maleta del trabajo. Los cds fueron al piso, los dvds les siguieron. Y después de la ira, y el desorden, no encontró nada. Esta amiguita de lo ajeno, esta acusada... era inocente.
Yo lloraba, de ira y de dolor. ¿Por qué nunca puedo verme fuerte? Siempre que tengo rabia lloro, me pongo roja y se me tuercen los labios, como a los niños pequeños. La nariz se me pone roja, y los párpados son un desastre. Ella ni lo notó. Después de ver el desorden me miró como se miran los animales que están muertos en la calle, con asco y a la vez con curiosidad.
-Si está tan segura de que no están aquí, es porque las vendió -Dijo crispada. Ahí se cerró un ciclo, se cerró el ciclo de las amigas, del respeto y del corazón abierto. Entonces estuve llorando, mientras doblaba estúpidamente la ropa y recogía los papeles. Caí dormida, mis ojos y mi alma exhaustos.
Hace tres años tomé unas gafas oscuras sin permiso, para una salida de observación de la universidad a un maldito pueblo caliente. No las dañé, ni las perdí. Y de manera honesta se las devolví en la mano, y me aguanté el regaño. Hoy casi cuatro años después se perdieron unas gafas oscuras (otras, unas que ni logré ver), al parecer costosas, y la primera acusada fui yo... me tachó de ladrona, y de compraventera... Me duele porque es mi mamá, y creí que me conocía.
Caníbales
Hace 6 años